Por la mañana, vemos la catedral de Orleans y la casa de Juana de Arco (mientras esperemos que nos den reparada a la niña de Luis).
Por fin nos la dan y salimos a la carrera hacia Limoges (con un breve interludio... se volvió a parar frente al taller, pero parece ser que ahora ya está en condiciones). En el camino, "la canosa" cumple sus 70mil kilómetros y Luis, convertido en Chanquete (jajajaja), no puede dejar de posar con su caprichosa niña.
Llegamos cansados, de noche (más de las 23 horas) a una cancilla toda oscura, cerrada y desvencijada. No puede ser!! Ya no existe el Hotel Route 66 que había visto por internet.
Cómo se lo explico yo a Luis? Me veo durmiendo como "el manco" (Clint Eastwood en uno de sus característicos western): apoyado en la pared, con una brizna de paja en la boca, los brazos cruzados y el casco inclinado hacia delante, jejeje. De pronto, voces en inglés nos abren la puerta mientras nos explican que es para que no se escape el perro. Uffff, menos mal. Gasolineras cerradas y gasofa para 20 km no auguraban nada bueno.
Es mucho más cutre-auténtico todavía de lo que esperaba. Una antigüa granja convertida en reducto motero??? No. Una granja conservada como reducto motero, jeje. Granero-pub con gallinas. Dueño inglés pseudo-hippy (un hippy que escucha Julio Iglesias, jijiji). Casa de película de miedo con habitaciones sacadas de una película del Rey Arturo... Una experiencia inolvidable.
Compartimos unas pintas y unos bourbon con unos ingleses y unos alemanes y, tras una tabla de quesos franceses, nos vamos a la cama. Mañana es la re-entrada en España. Hogar, dulce hogar.
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